El término «calculador» se usaba para aludir a la persona que ejercía este trabajo, ayudándose también de papel y lápiz.
Los modelos más complejos, habitualmente llamados «científicos», permiten calcular funciones trigonométricas, estadísticas y de otros tipos.
Se usa la notación científica para mostrar números por hasta un límite dispuesto por el diseñador del modelo, como 9,999999999 × 1099.
Si se introduce un número mayor o una expresión matemática que lo arroje (como un factorial), entonces la calculadora puede limitarse a mostrar un «error».
Algunas calculadoras pueden distinguir entre ambos tipos de error, lo que no siempre resulta evidente para el usuario.
Hubo cierta resistencia inicial a la idea por el temor de que las habilidades aritméticas básicas se resentirían.
Cualquier usuario puede confiar descuidadamente en la salida de una calculadora sin comprobar la magnitud del resultado, es decir, el lugar donde la coma decimal aparece.
[2] Unos veinte años después, en 1642, el filósofo y científico francés Pascal inventó la primera calculadora mecánica.
Charles Babbage desarrolló el concepto aún más, abriendo el camino hacia los computadores programables, si bien la máquina que construyó era demasiado pesada como para ser operable.
En el último cuarto del siglo XIX se presenciaron importantes avances en las calculadoras mecánicas: La primera mitad del siglo XX asistió al desarrollo gradual de las calculadoras mecánicas que ya habían sido inventadas, sin embargo se hicieron algunas innovaciones importantes.
En 1948 la calculadora miniatura Curta, que se sujeta en una mano para usarse, fue presentada tras su desarrollo por Curt Herzstark en un campo de concentración nazi, suponiendo un desarrollo extremo del mecanismo calculador de ruedas dentadas escalonadas.
Para 1970 una calculadora podía fabricarse usando solo unos pocos chips de bajo consumo, permitiendo que los modelos portátiles fuesen alimentados con baterías.
Las máquinas de teclado completo, incluyendo las movidas a motor, también fueron usadas en Europa durante varias décadas.
de Japón lanzó el Modelo 14-A en 1957, considerada la primera calculadora «compacta» totalmente eléctrica del mundo.
No usaba lógica electrónica, sino que se basaba en relés y era construida dentro de un escritorio.
La ANITA tenía un teclado completo, parecido a los comptómetros mecánicos de la época, una característica presente entre las calculadoras electrónicas sólo en este modelo y en el Sharp CS-10A posterior.
Contrataron al joven graduado Norbert Kitz, que había trabajado en el pionero proyecto británico de computador Pilot ACE, para dirigir el desarrollo.
La ANITA se vendió bien al ser la única calculadora de escritorio electrónica disponible, siendo además silenciosa y rápida.
con Texas Instruments, Sharp Corporation (llamada entonces Hayakawa Electric) con North-American Rockwell Microelectronics, Busicom con Mostek e Intel, y General Instrument con Sanyo.
Para 1970 una calculadora podía fabricarse usando solo unos pocos chips de mínimo consumo, permitiendo que los modelos portátiles fuesen alimentados con baterías.
La Pocketronic no tenía una pantalla tradicional, sino que imprimía los resultados en un rollo de papel térmico.
Como resultado del proyecto Cal-Tech Texas Instruments obtuvo patentes clave sobre las calculadoras portátiles.
Tenía capacidad para 100 instrucciones, pudiendo escribir y leer programas con un lector de tarjetas magnéticas incorporado.
Las calculadoras mecánicas siguieron vendiéndose, si bien sus ventas decrecieron rápidamente, durante los primeros años 1970, y muchos de los famosos fabricantes cerraron o fueron adquiridos.
Sin embargo, hubo problemas con esta pantalla y la calculadora nunca salió a la venta.
La tecnología COS debió resultar demasiado cara y solo fue usada en unos pocos modelos antes de que Sharp volviese a los circuitos convencionales, si bien todos los modelos con pantallas LCD reflexivas se denominan a menudo «COS».
Todas las funciones lógicas de una calculadora habían sido incluidas en un solo circuito integrado ya en 1971, pero entonces era tecnología punta, resultando los costes prohibitivos.
Muchas calculadoras siguieron usando dos o más circuitos integrados, especialmente las científicas y programables, hasta finales de la década.
Muchas compañías grandes y pequeñas previeron buenos beneficios en el negocio de las calculadoras, donde los márgenes eran altos.
Actualmente, existen calculadoras «en línea» diseñadas para funcionar como las normales, pero que gracias a Internet permiten ciertos cálculos imposibles para las convencionales, como cambios de moneda, tipos de interés y estadísticas en tiempo real.