Balzamon y Tzetzes, escritores griegos de la época moderna, sugieren que fue una tradición romana ya mezclada con las festividades Dionisiacas propias del mundo heleno.
[6] Juan Lido también nos narra cómo era una fecha relacionada con "demonios ctónicos" (divinidades paganas) por lo que tenía desaprobación de la Iglesia.
El emperador no sintió problema alguno en celebrar estos ritos populares siempre y cuando no se practicaran sacrificios o cultos específicamente paganos, pues la festividad era parte secular ya del día a día de su pueblo y su corte.
[8] Estas actitudes permisivas del cristianismo no fueron siempre iguales, pues para el siglo siguiente se dejó de tolerar.
En el Concilio Quinisexto mantenido en Constantinopla, del año 692, en su canon 62, se prohíbe la celebración, entre otras, de las fiestas Brumales.