Brecha de los misiles

Los militares, por su parte, vieron con seria preocupación el hecho de que, si los soviéticos habían sido capaces de poner el Sputnik en órbita, podían enviar un eventual misil balístico intercontinental (nuclear) contra los EE.

UU., dando por tierra con la histórica invulnerabilidad “insular” que había protegido o blindado la seguridad del país hasta la Segunda Guerra Mundial inclusive.

[1]​ No obstante, todas estas estimaciones estaban basadas en supuestos de mayor o menor precisión, denominados tradicionalmente guestimates en inglés (término relativamente irónico derivado del verbo to guess, “adivinar”).

[4]​ Las advertencias en torno al desequilibrio nuclear estratégico entre ambas potencias antagónicas no eran nuevas, de hecho la anterior supuesta “brecha de los bombarderos” (bomber gap) había generado preocupaciones -y presiones- a nivel político en los Estados Unidos unos pocos años antes.

Strangelove o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y a amar la bomba”, 1964; en España Teléfono rojo: Volamos hacia Moscú), en la cual los soviéticos llegan a fabricar un dispositivo nuclear devastador para “el día del juicio final”, después de haber leído en el diario The New York Times que los EE.

UU. estaba trabajando en el desarrollo de uno similar, y así no permitir que “abriesen una nueva brecha”.

), Wohlstetter concluyó que los Estados Unidos le estaban permitiendo pasivamente a la Unión Soviética alcanzar la superioridad militar, al no intentar cerrar lo que él veía como una creciente brecha misilística.

Potenciados por ese informe desalentador, varios políticos conservadores comenzaron a atacar la evaluación anual que hacía la CIA sobre la evolución del arsenal atómico soviético.

Número estimado de misiles balísticos soviéticos.
(Programas >> A: CIA, B: USAF, C: Army&Navy)