Los reyes de un país muy lejano, desesperados por no poder tener hijos, rezan por tener descendencia, en algunas versiones, incluso llegan a hacer la promesa de entregárselo al diablo cuando cumpla veinte años si se les concede el favor.
Tienen a un hijo hermoso y generoso, pero le debe su alma con el diablo, bien sea por la promesa de sus padres, bien por resultar un jugador empedernido.
El diablo promete restituirle su antigua vida si realiza tres encargos que le impondrá.
Una vez allí, el futuro monarca olvida todo lo ocurrido y se promete con otra.
En el cuento, a diferencia de la narración mitológica, el príncipe acaba cumpliendo con su promesa.