El liquen, por ejemplo, es un bioindicador eficaz de la contaminación del aire en un bosque o en una ciudad.
La bioindicación relativa a la calidad del aire es la utilización de organismos sensibles a un determinado contaminante con efectos visibles macroscópicamente o microscópicamente para evaluar la calidad del aire.
La diferencia en la concentración de un contaminante en los sedimentos y en las capas superiores del agua puede ser grande y el modo de vida del bioindicador debe tenerse en cuenta para reflejar su exposición real a los contaminantes estudiados.
Los lisosomas y gránulos de las células también pueden servir para secuestrar estos metales.
Los estudios más recientes permiten conocer la partición sub-celular de los metales en un tejido particular (hígado, branquias, intestino).
Éstos son los «integradores naturales» los más importantes objetivos de un estado medioambiental y, por tanto, los impactos de las actividades humanas en combinación con los posibles riesgos bio-geo-climáticos naturales... (lo que los hace potencialmente más fácilmente contestables).