[5] Hacia 1880, gracias a la iniciativa del subdirector de Instrucción Pública en el estado, José María Cortés, se formó una comisión para que trabajara en el arreglo de la Biblioteca Pública, y así se logró inventariarla.
Además, en 1885, la biblioteca recibió dos donativos: una valiosa colección que ofreció Matías Romero en agradecimiento a su formación en el instituto y un lote de libros que el gobierno compró a una biblioteca privada de Orizaba.
Sin embargo, su época dorada no fue eterna, como lo debieron haber pensado los emprendedores del rescate y aquellos hombres preocupados por mejorar el espacio.
Con el tiempo, los estudiantes también entraron a ese recinto, empujaron los anaqueles y los libros fueron tapados con papel manila clavado en sus lomos.
Pero el intento fue inútil y durante los disturbios estudiantiles en la década de 1970, la biblioteca se tornó desastrosa.
Sin embargo, se construyó un edificio en la Ciudad Universitaria, que recibiría por nombre “Biblioteca Jose Vasconcelos”, para la conservación del fondo bibliográfico, siendo adaptada para la clasificación y separación correcta de todos los ejemplares.
Fue destinado a la región Mixteca, donde aprendió en poco tiempo la lengua de aquella región; y una vez dominada, fue enviado a evangelizar a Achiutla, ya que el padre que residía en aquel sitio no tenía ningún conocimiento sobre la lengua y, por lo mismo, no había logrado una buena comunicación con los habitantes del lugar.Dentro de sus páginas se expone el estudio de la Doctrina Cristiana Mixteca.
El ejemplar destaca por las hermosas letras capitulares y los signos separadores de párrafos pintados a mano.
Fue un famoso cartógrafo y humanista que, gracias a su enorme prestigio, fue nombrado geógrafo de Felipe II.
Fue animado por el geógrafo Mercator para dar inicio a la recopilación de diferentes mapas en 1560 que le permitieron la realización del mapamundi y diez años más tarde, la publicación de Theatrum Orbis Terrarum considerado como el primer atlas moderno.
Este ejemplar es la primera edición impresa en el famoso taller tipográfico de Cristóbal Plantino en Amberes.
Cuenta con 93 mapas de diferentes autores, la mayoría debidos a Francisco Hogenberg, quien también fue coautor con Abraham Ortelio del Civitates Orbis Terrarum.
A cada mapa le precede una breve explicación en latín sobre el estado que figura, marcando escalas y grados de latitud.
Muchos de los mapas, la portada y el retrato del autor fueron grabados en cobre iluminado a mano.
De todas sus obras, la más notable es la del Atlas Magnus, que después sacaría en español, algunas partes en alemán y en flamenco.
Su obra abarca todas las ramas del saber, desde matemáticas, física, egiptología, lenguas orientales y mucho más.
El haber redactado y publicado su obra en la ciudad de Roma, como representante de la erudición eclesiástica, ofreció al autor un magnífico observatorio, pues desde tiempos muy antiguos las diversas órdenes religiosas han tenido en la ciudad eterna su representación oficial.
El emblema político fue una manifestación literaria que se desarrolló en los siglos XVI, XVII y XVIII tanto en Europa como en Hispanoamérica.
En esta obra los textos se acompañan de imágenes que visualmente interpretan las ideas mediante bellos y finos grabados.
Los grabadores flamencos fueron quienes dominaron las técnicas del grabado en el siglo XVII, esto no impidió que artistas como Roberto Cordier, figura notable del Enlaces Externosgrabado francés, participaran en la ilustración de libros de autores españoles.
El taller cuenta con equipo eficiente de manufactura mexicana, lo cual permite conseguir las refacciones fácilmente.
Las tinas especiales permiten lavar los documentos siempre que se hagan pruebas necesarias para no disolver las tintas.
Para hacer un trabajo más detallado se utiliza pulpa de algodón, pues al ser una fibra muy larga permite que la calidad de anclaje sea considerablemente buena y precisa, para después teñirla del color que mejor convenga y así poder integrarlo estéticamente.
Una vez que la restauración se ha llevado a cabo, es más fácil encuadernar el libro devolviéndole sus características originales.
Con respecto a la costura del libro, es lo último en trabajarse, ya que, de no estar seriamente dañada, es más difícil llevar a cabo este proceso, ya que el restaurador no se puede permitir sustituirlo.
Por esta razón, resulta conveniente tener fibras altamente dañadas, pues al ser remplazadas permiten una mejor calidad en el trabajo.
El taller de encuadernación tiene como principal objetivo proteger el cuerpo del libro de manera íntegra, hacer que su manejo sea más eficiente y permitir que su presentación sea tanto comercial como artística.
Detalles como la unión del hilo deben ser valorados meticulosamente para poder identificar qué técnica se utilizó para su encuadernación original.
Otra herramienta utilizada en el proceso decorativo es la carretilla o rueda, que sirven para estampar los marcos de los libros con distintas figurillas, como llorones, fuentes, paletas y puntizones.
La utilización de técnicas artesanales a lo largo del procedimiento, con el paso del tiempo, se han convertido en trabajos altamente cotizados gracias a la influencia que tienen con base a los distintos estilos artísticos de cada época, mismos que han trascendido por siglos como tesoros históricos y, como tales, se les ha dado prioridad para preservar la identidad creada por los pueblos; el patrimonio histórico y cultural que forman la identidad de los mismos.