Allí conoció a Tomás Antonio Gonzaga, Cláudio Manuel da Costa y otros inconfidentes, aunque no hay pruebas de su simpatía por tales ideas.En 1820, ya en Brasil, dirigió una petición a D. João VI para obtener plaza en la magistratura.Pidió al rey la ouvidoria en Ouro Preto, para entrar en ejercicio cuando quedara vacante.En 1825 inició su colaboración como principal redactor del periódico "O Universal", publicado en Ouro Preto.Tomó la iniciativa en la extinción del Tribunal do Conselho da Fazenda, obsoleto e inútil, y tras él de los tribunales de Desembargo do Paço y Mesa da Consciência e Ordens.Con lucidez poco común, proponía un gobierno de gabinete e instituciones liberales a la moda británica.D. Pedro I quería gobernar y, por fuerza de su temperamento, no dejaba ninguna iniciativa a los ministros, que se sucedían en el puesto.Sostenía que el gobierno no tenía autoridad para ingerirse en los negocios de la industria - « lo que es indispensable es guardar el más escrupuloso respeto a la propiedad y a la libertad del ciudadano brasileño ».En las elecciones para la nueva Cámara de 1830, concursó para que Minas Gerais eligiera a Martim Francisco Ribeiro de Andrada, Vieira Souto y Evaristo da Veiga, y él mismo fuera reelegido.Vasconcelos le dio apoyo y buscó facilitar su tarea para sellar el sistema constitucional.Colaborar, para él, no era conformismo ni servilismo, pero sí estudiar a fondo las propuestas y reducir gastos.La indignación aumentaba, el espíritu revolucionario se esparcía por las provincias, hubo prisioneros, persecuciones, Giovanni Battista Libero Badarò fue asesinado y una campaña demoledora apuntaba a la Constitución otorgada como la portadora de traidores y absolutistas.Se alió inmediatamente a dos hombres que veían las cosas como él: Diogo Antônio Feijó y Evaristo da Veiga.Tras muchas peripecias, instaló el gobierno legal en Son João del-Rey en 5 de abril y devolvió la presidencia a Manuel Inácio.Conspiraba abiertamente por el retorno de Pedro I y Evaristo da Veiga, en su Sociedad Defensora, entre sus chimangos o sombreros redondos, combatía la vuelta del monarca.En la renovación que se operaría con la retirada de Feijó, tuvo otra vez lugar en el Gobierno.La revolución continuaba en Río Grande del Sur, donde Bento Gonçalves hubo huido de la prisión y estallaba la Sabinada.Era apoyado todavía por las grandes figuras del partido conservador, Honório Carneiro Leão, Paulino de Sousa, Joaquim José Rodrigues Torres.Divergencias en cuanto a la situación de Río Grande del Sur, donde el ejército legalista sufría continuos reveses.En la operación se empeñaron las figuras principales: Feijó, Felisberto Caldeira Brant, Vergueiro, Alves Blanco, Alencar.«La nación -dice Otávio Tarquínio de Sousa- hubo olvidado las demasías del poder personal y clamaba por un rey».«El acto de suprimir la edad legal sería como la visita del Espíritu Santo.En agosto, los primeros días de la nueva situación, Vasconcelos comparecía en el senado y discutía, como siempre, todos los asuntos.Ya casi hemipléjico, se hizo compañero asiduo de un hombre en ascenso, Honório Carneiro Leão.Fue uno de los mentores y fundadores del Partido Conservador, tras haber militado en el ala liberal.Ante las críticas a su nueva posición política, considerada como un retroceso, respondió con un brillante discurso, del cual se destaca el conocido tramo:"Fui liberal; entonces la libertad era nueva en el país, estaba en las aspiraciones de todos, pero no en las leyes.Hoy, sin embargo, es distinto el aspecto de la sociedad: los principios democráticos todo lo ganaron y mucho comprometieron; la sociedad, que entonces corría riesgo por el poder, corre ahora riesgo por la desorganización y por la anarquía.Derrotado en el Parlamento, cayó su gabinete, hecho que constató las más gloriosas 24 horas de la vida pública brasileña.Autor de diversos artículos para O Universal (Ouro Preto), O Sete de Abril (1833-1837) y A Sentinela da Monarquia (1842), en Río de Janeiro, su obra más importante tal vez sea la famosa "Carta a los electores mineros" (1827), redactada en su tierra natal y publicada en São João del-Rei, a la que se añaden los brillantes discursos pronunciados en las Cámaras donde sirvió como diputado y ministro.Por dicha ley, todas las tierras pertenecientes al Estado brasileño solo podrían ser adquiridas mediante pago, y no por la posesión o usucapión.