Benjamín Fernández Vallín

Hijo de ricos hacendados asturianos asentados en Cuba, en 1840 fue enviado a Suiza con su hermano Constantino –que en 1869 llegaría a ser diputado constituyente– para estudiar en un colegio de jesuitas.

[4]​ No fue el único desafío con igual resultado en la corta vida de Vallín.

Carlos Rubio, comisionado para recoger su cuerpo en Montoro y trasladarlo para su examen y entierro en Madrid, aunque lo había tratado poco, decía en su Historia filosófica de la revolución española de 1868 haberlo conocido con ocasión de un duelo y tenía entendido que eran tres las ocasiones en las que «había tenido la desgracia de matar a tres adversarios», por lo que –añadía– era bastante temido.

Como los soldados en un primer momento se negaron a cumplir la orden, el propio Ceballos o, según la fuente, un sargento a sus órdenes, le clavó la bayoneta por la espalda y los soldados, maltratados por sus superiores, terminaron abriendo fuego, alcanzándole dos balas de las siete que se dispararon.

La primera parte, titulada «La espada de Damocles», la integró luego reelaborada y ampliada en Viva mi dueño, la segunda novela de la serie El ruedo ibérico, en la que Vallín es, entre otros muchos personajes, hilo conductor del relato, cuya acción discurre algunos meses antes del estallido revolucionario.

[9]​ Sobre una base histórica, en buena parte apoyada en la Historia filosófica de Rubio y en recortes de prensa, Valle-Inclán trazó un retrato del personaje con rasgos —en términos generales— poco halagüeños, en sintonía con la caracterización esperpéntica con que representa a la España del final de la época isabelina, en la que Vallín se mueve con soltura.

Benjamín Fernández Vallín. Grabado de Marcelo París por dibujo de Alfredo Perea : Carlos Rubio , Historia filosófica de la revolución española de 1868 , Madrid, 1869. «Era Fernández Vallín extremado de cuerpo, lucida estampa, negras patillas, vitola antillana, amigo de juergas y toros, amparador de celestinas, docto en caballos, arriscado jugador, carambolista y tirador de armas muy diestro, liberal y valiente: Lográbanle tales prendas, el oficioso rendimiento de limpiabotas y mozos de café, floristas y cocheros de punto, trápalas del sable y niñas del pecado». Ramón del Valle-Inclán, Viva mi dueño , II, XIII.