Olallo se cría en la Beneficencia y desde su niñez muestra estar inclinado a la piedad.
Allí empezó a trabajar en el Hospital San Juan de Dios.
En la plaza que quedaba frente al hospital, fue abandonado el cuerpo sin vida del Mayor General Ignacio Agramonte, un héroe camagüeyano a quien el pueblo apreciaba mucho, y que había librado importantes batallas en la guerra.
Olallo lavó el cadáver del patriota y lo llevó al hospital, para que el pueblo pudiera rendirle tributo; allí también lo protegió de las autoridades españolas, quienes querían profanar sus restos.
El primero, fue el también mártir agustino de origen jatiboniquense, -es decir, otro camagüeyano-, fray José López Piteira, que al igual que anterior fue asesinado en 1936 por su simple condición de religioso.