La situación se hizo muy crítica, ya que la salida a campo abierto era una derrota segura para las armas españolas; del mismo modo, un ataque directo al fuerte, con el contingente hispano bien armado, implicaba una gran cantidad de bajas araucanas.
Los mapuches creyeron en este personaje y éste les contó que la hora de la siesta era la mejor hora para atacar desprevenidamente a los españoles, él les abriría las puertas para que se produjera el ataque por sorpresa.
Entonces, Andresillo abrió las puertas del fuerte y se introdujo una masa de mapuches en forma silenciosa, y cuando ya casi estaban todos en el interior del fuerte fueron recibidos por descargas de fusilería en forma alternada, que dejaron una gran mortandad entre los atacantes, que huyeron en desbandada.
Fue llevado ante el veterano Alonso de Reynoso, quien lo condenó a morir en la pica, una muerte terrible por empalamiento.
Dicho esto, alzó el pie derecho aún con las amarras puestas y dio una gran patada al verdugo, que rodó de la tarima; hecho esto, él mismo se sentó en la pica y, sin dar ninguna muestra de dolor, murió por perforación intestinal, acabando así la vida del toqui mapuche.