Mientras tanto, su colega el Contraalmirante Sir Thomas Graves, había pasado varias semanas tratando de interceptar a un convoy francés que traía provisiones de Europa y se dirigía a Boston, que había sido pedido por el Coronel John Laurens.
Cuando Hood llegó a Nueva York, encontró que Graves —quien no había podido hallar al convoy— estaba en ese puerto pero tenía sólo 5 navíos de línea adicionales listos para una batalla.
En consecuencia, Washington se preparó para una marcha rápida y pidió a Barras que llevara su flotilla de Newport hacia el sur, a Chesapeake, con la artillería francesa y otros elementos que serían necesarios para el sitio.
Anoticiados de esto -y advirtiendo ahora que Yorktown había sido elegida como blanco operacional por los aliados franco-americanos- Graves y Hood combinaron sus fuerzas navales y salieron a encontrar a fuerzas navales francesas que no habían hallado hasta ese momento.
Los británicos, así, podrían haber infligido a sus enemigos severas pérdidas penetrando en la bahía e iniciando inmediatamente el ataque.
Sin embargo, es altamente improbable que esa idea haya siquiera pasado por la cabeza del almirante Graves.
En ese momento, ambas flotas estaban navegando con un rumbo general Este, fuera de la bahía.
Un cambio en la dirección del viento durante la batalla hizo aún más difícil que se comprometiesen los buques de las retaguardias.
También, hubo confusión en las maniobras de la flota británica, causada aparentemente por señales contradictorias emitidas por Graves.
Graves emitió una señal general para mantener el barlovento de modo que las dos flotas se fueron separando.
Como fuere, Lord Cornwallis ni pudo ser ayudado ni recibir provisiones, mientras que los franceses fueron reforzados por las tropas que llevaba de Grasse y por el ejército combinado desde el corte.