Al hacerlo, Luis XI revirtió su alianza con el duque de Borgoña con quien se había refugiado previamente durante los últimos cinco años del reinado de Carlos VII.
Si Borgoña quería al menos recuperar las fortalezas perdidas de la Picardía, los otros grandes señores feudales esperaban, si no ganancias territoriales, al menos un aumento en su independencia de la corona.
En cuanto al rey, no buscó, al principio, una batalla, que consideró demasiado arriesgada; más bien quería moverse con un ejército imponente, para impresionar a sus adversarios por separado y que renunciaran a su proyectos.
El rey depositó sus joyas y tesoros allí en el castillo fortificado, mientras reúne a su caballería al ejército del conde de Maine de unos 15 000 soldados profesionales y experimentados (compagnies d'ordonnance), principalmente caballería.
También tiene muchos vagones sólidos, que pueden ser útiles en la batalla como puntos de apoyo, y una gran artillería.