Batalla de García Hernández

Por un lado "History of the King's German Legion”, vol 2, de North Ludlow Beamisch escrita en 1837.

Tanto von Bock como Anson recibieron –a horas de la victoria– la orden de disponer lo necesario para perseguir al enemigo al alba del día siguiente para lo cual Wellesley requirió que ambas brigadas cruzaran el río Tormes a la salida del sol.

El general de brigada Georg von Bock (en realidad Baron Eberhardt Georg Otto Bock von Wülfingen) estaba interinamente al mando de toda la caballería británica en la península debido a que su titular, el teniente general Stapleton Cotton había sido herido, y su segundo el general de brigada John Le Marchand, muerto en la batalla del día anterior.

La segunda no habían tenido un rol preponderante en ella por lo que estaba relativamente intacta.

Estas terminan, en su otro extremo al norte del pueblo cayendo a plomo sobre el Gamo, con su extremidad occidental solo separada del río por un desfiladero el que recorre un sendero que conduce a Encinas de Abajo.

En el momento en que dichas tropas se disponían a subir la pendiente de la colina y cuando la retaguardia del coronel Molard estaba aún franqueando el vado del riachuelo (muchos hombres se detuvieron a la vera del arroyo a beber y algunos otros se dirigían al pueblo con el objeto de conseguir comida), hicieron su aparición los dragones de George Anson los que hacía una hora habían dejado a tras a la infantería y ahora se acercaban formados en columnas cerradas hacia el Noroeste por la orilla derecha del Gamo.

Viendo el peligro Foy ordenó inmediatamente a su infantería y artillería apresurarse para ganar las alturas de los cerros mientras la caballería cubría sus movimientos.

Los restantes regimientos, el 39º y el 69º de Chemineau que iban adelante creyéndose cubiertos por su caballería siguieron su curso por el camino hacia Peñaranda subiendo la cuesta aunque viendo el desenlace de los acontecimientos pronto formaron también en cuadros.

En el llano no quedaban ya más tropas imperiales que la brigada Molard, cuyo flanco meridional se hallaba al descubierto por la huida de los dragones susodichos.

Wellington ordenó a Anson que iniciara el ataque con sus dragones para expulsarlos.

Cuando los hombres a Anson estaban a punto de iniciar la suya, llegaba ya al galope el primer escuadrón del 1º al mando del capitán Hans Heinrich von Hattdorf con la plana mayor de la brigada, incluido el general von Bock, el coronel May y el teniente coronel von Bülow arremetiendo contra los chasseurs franceses sin esperar que lo hicieran los jinetes de Anson.

A pesar de recibir una descarga desde una distancia tan corta las bajas fueron pocas.

Una segunda mucho más devastadora alcanzó al escuadrón cuando ya se hallaba a solo unos 12 metros del enemigo.

El mismo von der Decken, que había sido herido en la rodilla durante la primera descarga recibida, se las había arreglado para mantenerse sobre su silla de montar, aunque luego la segunda lo hirió nuevamente y en forma grave (tras el combate fue evacuado a Salamanca donde falleció el 16 de septiembre producto de su herida).

Viendo la dantesca escena y sin meditarlo un solo segundo, el Rittmeister (capitán de la caballería) August von Reizenstein, al mando del 2do escuadrón del 1.º, que también se había visto obstaculizado en su avance por las características del terreno, cargó contra el segundo cuadro del 76.º francés, el que se encontraba algo más arriba en la ladera, siendo recibido también por una nutrida salva que hirió de muerte al teniente Carl von Heugel y de gravedad al corneta Carl Tappe.

Sin embargo la fuerza de ánimo y la moral de los franceses ya estaba muy quebrada por la masacre sufrida por sus camaradas, por lo que varios infantes hicieron lo peor que podían haber hecho: comenzaron a emprender la fuga rompiendo así el cuadro –única posibilidad de protección– con lo cual éste sufrió las mismas consecuencias del primero.

Mientras los franceses se esforzaban por llegar a lo alto, buscando la seguridad, los hombres de las dos compañías que iban a la retaguardia, comandadas por un capitán de apellido Philippe, se dieron media vuelta e hicieron fuego contra los dragones alemanes, los que sin darse por aludidos los alcanzaron repartieron tajos a diestra y siniestra entre ellos.

El 69.º, en cuyo seno se hallaba Chemineau (Foy se hallaba en el del 39.º), fue atacado por los dos escuadrones del 2.º de Dragones los que recibieron una furiosa descarga, producto de la cual cayó muerto el capitán von Uslar-Gleichen y fue malherido el teniente Fumetty el que solo pudo salvarse de ser tomado prisionero gracias a la valerosa acción del sargento Schmahlfeld quien lo rescató.

Pero llegaban plenos de ardor y disciplina, por no haber tomado parte en los desdichados combates que habían minado el valor combativo de sus camaradas en Los Arapiles y García Hernández.

El general –regocijado porque había recibido la noticia de que el rey George III le habían otorgado el título Earl (marqués)– quedó tan satisfecho que en 1814 le encargó dos retrato más.

Teniendo que abandonar las tropas imperiales francesas toda Andalucía en dirección a Yecla.

El encargado de llevarle las malas noticias al emperador fue el capitán Fabvier, que cabalgó durante treinta y dos días hasta alcanzar el cuartel general imperial, en ese momento en tierras rusas.

Napoleón no prestó demasiada atención a lo ocurrido en Salamanca, pues estaba más preocupado por hacer una entrada triunfal en Moscú.

El general de división Maximilien Sébastien Foy (1775-1825)