Junto al contiguo Convento dei Celestini constituye el ejemplo más destacable del barroco leccese.
Según el historiador del arte Vincenzo Cazzato, en esta primera fase emergió la personalidad de Gabriele Riccardi.
Para la finalización de la obra trabajaron sucesivamente Cesare Penna y Giuseppe Zimbalo.
Los monjes celestinos administraron el convento y la basílica hasta la supresión de la orden en 1807.
Posteriormente, la iglesia estuvo abandonada y el palacio anexo se convirtió en sede de oficinas públicas.
En la fachada hay seis columnas de fuste liso que sostienen el entablamento y dividen el edificio en cinco zonas.
Perfilado por hojas de laurel y bayas, presenta tres órdenes a bajorrelieve.
A la izquierda del rosetón se aprecia el autorretrato de Antonio Zimbalo.
En los extremos, cerrando el perfil del segundo orden, se erigen dos grandes estatuas femeninas, que simbolizan la Fe y la Fortaleza.
Los animales representados bajo la barandilla podrían representar a las potencias cristianas aliadas: el dragón era el emblema de los Buoncompagni, familia a la que pertenecía el papa Gregorio XIII, el grifo simboliza Génova, Hércules al gran duque de Toscana...