Según José Antonio Calcaño ella fue uno de los motivos por el cual Páez leyó a Lamartine, Rousseau y Cervantes.
El mismo Porter la describe como una mujer "trigueña, con hermosos ojos y cabello color azabache" que también tenía un alma bondadosa.
Páez -como obsequio para ella-, encargó a Londres un piano de cola, que sería instalado en La Viñeta.
[2] La enfermedad de Barbaríta llega en un momento crítico para Páez, quien ya se hallaba distanciado de José Tadeo Monagas y se disponía a enfrentarse a él.
Su muerte afectó mucho a José Antonio Páez, que se referirá al "vacío que ha dejado en mi casa su eterna ausencia", en una carta a su amigo Carlos Arvelo.