Su creencia se extiende a lo largo de todo el litoral ecuatoriano y en los andes es interpretado como el chuzalongo.
Además fumaba cigarros y cubría su cabeza con un sombrero de alas medianas que terminaba en una copa puntiaguda.
Además su mano izquierda estaba deformado y usualmente montaba una tatabra o puerco salvaje lo que simbolizaba su completo control sobre los animales.
Repetía tres veces la advertencia y si no acataba, atacaba el bambero al cazador mostrando el lado derecho de su rostro que era terrorífico.
Después para calmarse el trauma se curaban el espando con un rito de aguardiente y tabaco.
En este sentido estaría en la misma categoría que el Riviel, la Tunda y el Duende.
Una de las personas más conocidas que tuvo este rol fue Juan García Salazar.