Joselito, que pidió ser incorporado a última hora en el cartel (había roto un contrato en Madrid, ya que le habían pitado el día antes), toreaba en un mano a mano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías.
Bailador, el quinto de la tarde, era pequeño y bronco, según lo describió el eminente crítico Gregorio Corrochano.
Se cuenta que Joselito se descuidó un momento mientras arreglaba muleta, Bailador no siguió el engaño, enganchó al torero y lo lanzó al aire, clavándole el asta en el vientre:"El toro Bailador, número 7, de la viuda de Ortega, lidiado en quinto lugar, al prepararse José para un pase, le cogió, volteó y derribó, infiriéndole en el suelo tan grave cornada en el vientre, que a los pocos minutos el más famoso y grande de los toreros había dejado de existir".
La muerte de Joselito el Gallo ha tenido una gran fortuna crítica en las artes, como demuestran las publicaciones realizadas sobre este tema.
La literatura, la pintura, la escultura y la música se pusieron al servicio de este acontecimiento para conmemorar la fatal cornada del torero sevillano.