Los aviones a reacción fueron un salto en la aviación, tanto comercial como militar, por las grandes ventajas en prestaciones como en maniobrabilidad que permite; no tanto en consumo por lo que a principios del siglo XXI había perdido algo de terreno sobre las aeronaves de turbohélices.
[3] La aviación de reacción supuso una revolución en la aeronáutica tan grande como la invención del propio avión[4]al permitir vuelos de mayor altitud y, por tanto, mayor autonomía, abrir la puerta a la aviación supersónica e hipersónica, permitir aumentar la potencia con el aumento de la velocidad,[5]desarrollar las rutas intercontinentales sin escalas e inaugurar una nueva generación de cazas, entre otras.
Así lograba dos años después realizar la ruta Londres - Jartum sin escalas (4.930 km).
Tanto el Comet como los aparatos que le siguieron eran todos subsónicos, pudiendo alcanzar Mach 0,8 o Mach 0,82, donde las ondas de presión comienzan a comprimirse y a generar anomalías.
En 1975 otro aparato lograba transportar correspondencia entre Moscú y Alma-Ata; pero posiblemente necesitaba utilizar la poscombustión con lo que el coste por trayecto resultaba prohibitivo y quedó fuera de servicio en 1985 o antes.