[1][2] El pintor se presenta en un plano cercano de pie frente al espectador en una pose directa y frontal.
La confiabilidad se muestra en el equilibrio perfecto; la postura recuerda al contrapposto clásico de las estatuas heroicas.
La mano izquierda del hombre se mueve hacia el centro de la imagen; así, ambas manos bien iluminadas juntas forman un contrapeso contra el fondo, que es oscuro a la izquierda y claro a la derecha, un delicado acto de equilibrio.
El crítico Fritz Stahl, escribiendo en 1928, expresó su disgusto: "Una máscara cesariana, el ceño fruncido, la mirada de un tirano, cada centímetro del gran hombre.
Estos rostros tienen que desaparecer nuevamente de nuestro mundo si se quiere reconstituir el humanismo".