El sacro emperador romano, Carlos V[1] sitió a la guarnición francesa que mandaba Francisco, duque de Guisa.[2][3] El ejército imperial fue incapaz de tomar la ciudad aunque los bombardeos destruyeron gran parte de las fortificaciones de Metz.Los seis mil defensores resistieron las seis semanas de bombardeo.[4] Los imperiales hubieron de abandonar la operación aquejados por el tifus, la disentería y el escorbuto,[2] dejando a los enfermos y heridos a merced del enemigo, que se encargó de cuidarlos, gesto poco habitual en la época.[4] Metz se mantuvo como protectorado francés hasta su anexión formal al reino en 1648 en virtud del Tratado de Westfalia.