Asalto de Yumbel

Hasta la víspera del ataque que los realistas meditaban contra Yumbel, este pueblo estuvo fuertemente guarnecido por la división con que el comandante Díaz había venido a encerrar a aquellos por su retaguardia, cuando atrevidamente se adelantaron sobre Chillán en los primeros días de noviembre.

Quintana tenía sólo 58 cazadores, 33 infantes y 20 artilleros con dos piezas de campaña, 111 hombres en total.

Los indios, cebados con el saqueo del pueblo donde cometieron indescriptibles estragos, incendiando enseguida, apenas consentían en acercarse a las terribles piezas, como llaman el cañón, única máquina de guerra que desde la pelea con Villagra (1554) se han acostumbrado a respetar.

Quintana tuvo muy pocas bajas, y entre los heridos menciona en su parte a un soldado de infantería llamado José Antonio Pacheco, a quien, habiéndosele prendido fuego la cartuchera y con ella toda la ropa, tomo la de un soldado muerto y "con la barriga llena de ampollas bajó en pelota", dice soldadescamente su jefe, a pelear con el enemigo.

El enemigo se retiró en orden como siempre, pues le bastaba para ello ponerse fuera del tiro de cañón, no encontrando los patriotas jamás buenos caballos para perseguirlos.