El arsénico es un semimetal que está presente en el ambiente natural al cual el hombre se encuentra rutinariamente expuesto a través de la comida, el agua, el aire o el suelo.
La exposición crónica al arsénico en cantidades menores puede producir una serie de trastornos dermatológicos, neuropatía periférica, encefalopatía, bronquitis, fibrosis pulmonar, hepatoesplenomegalia, hipertensión portal, enfermedad vascular periférica («síndrome del pie negro»), ateroesclerosis, cáncer y diabetes mellitus.
[3][4] Los compuestos orgánicos de arsénico se consideran en general como menos tóxicos, sin embargo, los efectos adversos en la salud del hombre están ampliamente documentados.
Por ejemplo, el arsénico era el veneno preferido por los Médici y los Borgia para erradicar a sus rivales.
Esta endemia se revirtió con la instalación de agua potable en estos poblados.
[3] La entrada del arsénico al organismo ocurre principalmente a través de la ingestión o la inhalación.
Además, hay congestión visceral generalizada con petequias y signos de degeneración grasa en hígado, riñón, corazón, etc. Se presume que el arsénico al combinarse con ciertas enzimas, interfiere con el metabolismo celular, presentándose síntomas de intenso envenenamiento por arsénico entre los que se encuentran náuseas y dolor abdominal, seguido por la paralización del sistema circulatorio.
El acentuado contacto con la arsina ocasiona la destrucción de glóbulos rojos y daño en los riñones; mientras que la exposición continua acarrea débilidad, enfermedades de la piel, anemia y trastornos del sistema nervioso.
Le sigue el arsénico trivalente, cuya dosis letal es inferior a 5 miligramos por kilo.
La intoxicación crónica por el arsénico es causada por la exposición prolongada a cantidades relativamente menores de dicha sustancia.
Otros efectos pueden ser cambios en el color de la piel, ceguera, cojera e incluso gangrena.
Los valores efectivos podrían ser mayores si en la región se bebe menor cantidad de agua (no es lo mismo en áreas tropicales que en templadas).
El tratamiento consiste de lavados estomacales y la oportuna administración del antídoto llamado dimercaprol.
Aparece en determinadas industrias, como fundiciones, refinaciones y aleaciones de metales no ferrosos.