En 2023 en la arquidiócesis existían 84 parroquias agrupadas en 7 foranías: Crotone, Santa Severina, Cerenzia, Umbriatico, Belcastro, Isola di Capo Rizzuto y Strongoli.
[2] La mención más antigua de la sede de Santa Severina se encuentra en la Notitia Episcopatuum escrita por el emperador bizantino León VI (886-912) y datable a principios del siglo X.
[3] Según Vitalien Laurent, la fundación de la sede metropolitana bizantina de Aghia Severina pudo tener lugar entre 885 y 886, en la misma época en la que los bizantinos arrebataron la ciudad a los árabes.
Con la llegada de los normandos, la arquidiócesis pasó progresivamente al rito latino.
[10] Francesco Antonio Santoro (1573-1586) convocó por primera vez dos sínodos provinciales, en los que participaron obispos sufragáneos.
Dichas investigaciones, que culminaron con la fundación de una revista histórica (con sede en la catedral) llamada Siberene, se debieron al interés del entonces vicario Antonio Pujía.
La evidencia documental parece atestiguar la existencia de la diócesis ya hacia finales del siglo V, con el obispo Maiorico, mencionado por el papa Gelasio I en sus cartas, donde sin embargo nunca se indica la sede de pertenencia.
Es en este contexto que la diócesis adoptó el griego como rito litúrgico, y quedó sometida a la provincia eclesiástica de la arquidiócesis de Regio de Calabria, como atestigua la Notitia Episcopatuum redactada por el emperador León VI (886-912) y que se remonta a hasta principios del siglo X.
Durante la lucha iconoclasta, Crotona se convirtió en un refugio providencial para los monjes que huyeron de Oriente y para sus iconos.
En 1122 el papa Calixto II visitó Crotona y celebró un sínodo entre los obispos de Calabria.
Sin embargo, el rito bizantino siguió utilizándose durante otros dos siglos; los obispos Atanasio y Filippo eran ciertamente griegos; en 1217, el obispo Giovanni obtuvo del papa Honorio III el derecho a celebrar en latín o griego y en 1221 se le encargó reformar los monasterios griegos de la diócesis, que habían ido decayendo gradualmente tras la llegada de los normandos.
En 1264 el obispo Nicola da Durazzo fue elegido por el papa para una misión en Constantinopla debido a sus conocimientos de griego.
En 1845 el obispo Leonardo Todisco Grande (1834-1849) convocó otro sínodo, donde los sacerdotes fueron obligados a observar las decisiones del Concilio de Trento, señal de que tres siglos después estas aún no habían sido cumplidas.