El arco compuesto fue perfeccionado interminablemente desde sus orígenes en el segundo milenio antes de Cristo hasta el siglo XVII por pueblos centroasiáticos y del Medio Oriente.
El núcleo de madera proporciona la forma del arco y el soporte para el adhesivo, pero juega un papel menor en su acción física.
Los arcos compuestos más elaborados tienen una forma invertida: sin tender, su curvatura es inversa a la que adoptan al ser encordados.
El alcance efectivo en combate de un arco simple empleado en masa oscila en torno a los 175-200 m, mientras que el del compuesto ronda los 300 m. Aunque en ambos casos las distancias en combate normalmente debían ser mucho menores, 60-150 m más o menos, con una cadencia de seis disparos por minuto.
Probablemente por ello los arcos compuestos no fueron populares en la Europa húmeda, alcanzando su máximo desarrollo entre los pueblos euroasiáticos y del Próximo Oriente.