En estos nuevos estados buena parte del poder está en manos de antiguos oficiales soviéticos.
Mientras que las áridas llanuras estaban bajo el dominio de los nómadas, en las zonas más húmedas surgieron pequeñas ciudades estado y sociedades agrarias sedentarias.
Los nómadas comerciaban cuando podían, pero como por lo general no producían bienes que pudieran interesar a los habitantes de los asentamientos permanentes practicaron con frecuencia los saqueos.
Estos estados prosperaron gracias a la Ruta de la Seda, que cruzaba la región y unía China con Europa.
Una de estas potencias, el Imperio parto, se originó en Asia Central, pero adoptó las tradiciones culturales persas, situación que se daría a menudo en la historia: pueblos nómadas originarios Asia Central conquistan los reinos e imperios circundantes, pero rápidamente adoptan la cultura de los pueblos conquistados.
El maniqueísmo, en cambio, tuvo mejor acogida y llegó a ser la tercera religión en importancia.
En el siglo VIII, el Islam entró en la zona y en poco tiempo sería la religión mayoritaria, aunque el budismo persistió con vigor en el este.
Mediante unos pequeños pero potentes arcos compuestos, los pueblos de la estepa llegaron a ser la fuerza militar más poderosa del mundo.
La potencia más espectacular que apareció en Asia Central lo hizo cuando Gengis Kan unió las tribus de Mongolia.
Mediante el empleo de unas técnicas militares superiores a las del resto, el Imperio mongol se difundió hasta comprender casi toda Asia Central, así como grandes zonas de China, Rusia y Oriente Medio.
El dominio de los nómadas se resintió gravemente, y a principios del siglo XV los pueblos sedentarios fueron conquistando gradualmente Asia Central.
La Mongolia exterior y Xinjiang no se convirtieron en provincias del imperio chino, sino que fueron administradas directamente por la dinastía Manchú.
Persia también empezó a expandirse al norte, especialmente bajo el reinado de Nadir Shah, que extendió las fronteras persas más allá del Amu Daria.
La lenta conquista del corazón de Asia Central empezó en el siglo XIX, aunque Pedro el Grande había mandado una expedición fallida contra Jiva en 1720.
La oposición principal a la expansión rusa en Turquestán provino de los británicos que consideraban que Rusia estaba volviéndose demasiado poderosa y empezaba a amenazar la frontera noroeste de la India Británica.
En este período Afganistán tuvo una gran importancia estratégica, pues era el único estado que separaba a Rusia de la India Británica.
En 1867 el Turquestán Ruso fue puesto bajo el mando de un Gobernador General, Konstantin Petrovich Von Kaufman, con sede en Taskent.
La expansión rusa se detuvo en 1887 cuando delinearon junto a Gran Bretaña la frontera norte de Afganistán.
El régimen del Zar dejó intactos elementos sustanciales de los regímenes anteriores, así que las villas prácticamente se autogobernaban.
Las rebeliones de Taiping y Nian en el corazón del imperio impidieron a los chinos recuperar el control sobre esa zona.
El Ejército Rojo amenazaba con invadir el Turquestán Chino, así que el gobernador de la región accedió a colaborar con los soviets.
El control de la región por parte del Kuomintang era débil, pues estaba amenazado tanto por los separatistas islámicos como por los comunistas.
La guerra civil china desestabilizó aún más la región, lo que aprovecharon los nacionalistas para buscar la independencia.
En la Segunda Guerra Mundial se trasladaron millones de refugiados y cientos de fábricas a la relativamente segura Asia Central, y la región pasó a ser una parte importante del complejo industrial soviético.
Sin embargo, estos síntomas del cambio, que Svat Soucek llamó "el resurgir de Asia Central", tuvieron una vida muy corta, pues tan pronto como se independizaron, el poder recayó en ex-oficiales comunistas.
[3] En los primeros años ningún estado experimentó una represión tan grande como la vivida en la época soviética, pero tampoco se les puede considerar verdaderas democracias.
No abandonó el comunismo hasta 1996, pero tuvo grandes problemas económicos tras la caída del bloque soviético.
En consecuencia, Rusia ejerce más influencia en la región que en ninguna otra antigua república soviética.
Otro actor importante en el Asia Central moderna es Arabia Saudita, que ha costeado el resurgimiento del Islam en la región.
[4] Los líderes del partido comunista, en el pasado ateos, se han convertido en su mayoría al islam.