El arado normando, arado de vertedera o carruca fue el concepto utilizado por los agricultores a partir del siglo XI para definir el arado común que consiste en la utilización de una vertedera para así crear surcos más profundos y voltear la tierra más fácilmente.
No se conoce con exactitud la procedencia del nuevo arado, pero parece haber sido un aporte germano, por lo que debió haber penetrado en las Galias desde el norte, en tiempos de las migraciones francas, aunque su difusión fue muy lenta antes del siglo X.
El arado de vertedera fue una innovación sobre el arado romano, era más pesado, hacía unos surcos más profundos, con lo que la tierra se aireaba más y era más productiva, retenía la humedad y prevenía la erosión, tenía mayor facilidad para ser utilizado en suelo pedregoso y permitía la profundidad más favorable para que las semillas pudieran germinar, con lo que se obtenía una mayor productividad de la tierra.
[2] El arado que comenzó a utilizarse en el siglo XI, disponía de ruedas y vertedera.
En su forma más acabada, el nuevo arado incluía una cuchilla para producir un corte vertical, una reja para cortar el suelo por debajo de la superficie, y la vertedera para voltear y pulverizar la tierra, así como ruedas que permiten surcos más perfectos y facilitan el trabajo del campesino que lo maneja, relevándolo de la tarea de mantener siempre el arado al nivel necesario para que cumpliera su me gusta.