Lo había en diversos tamaños, desde pequeños hasta los que tenían la altura de una persona.
Los más pequeños eran usados en los ritos ceremoniales, como pagos a la tierra; también solían ser colocados en los entierros de difuntos.
Para transportarlo se pasaba una cuerda por las asas de sus costados y por el botón o protuberancia del cuello, que por lo general representaba un rostro felino.
El aríbalo, con sus peculiares «labios abocinados», fue la forma más característica y común de la cerámica inca, tan así que su presencia en los yacimientos arqueológicos es indicio inobjetable de la presencia o influencia inca en la zona.
Tuvo diversos estilos en todas las regiones conquistadas por la cultura incaica e influenció en el desarrollo de la alfarería andina.