Fue confiada al cuidado y dirección de los Misioneros del Espíritu Santo por el papa Pío XI, el 9 de julio de 1926.
Junto con otras cuatro ramas, constituye en un mismo espíritu la Obra de la Cruz.
Se caracteriza por estar abierta a todos los fieles cristianos: laicos, religiosos y sacerdotes, que buscan vivir según la Espiritualidad de la Cruz.
Los Misioneros del Espíritu Santo, para consagrados: presbíteros, diáconos y hermanos coadjutores.
Su misión es que los laicos puedan vivir su sacerdocio bautismal siguiendo la Espiritualidad de la Cruz.