Es un complemento al trabajo etnográfico, distinto a otros como puede ser la descripción escrita.
Se usan cámaras de cine o video para anotar los datos investigables empleando luego las imágenes captadas para informar a un público amplio o restringido de ejemplos en los que reconocer fenómenos estudiados por las ciencias sociales principalmente la antropología, la sociología y la lingüística.
El problema de lo que se veía como una inevitable extinción generaba este arreglo, quedando así disponibles las imágenes en bibliotecas y museos.
Por consiguiente era necesario estudiarlas antes de que el impacto europeo acabara con su prístina pureza.
Algunos antropólogos, como Franz Boas, Margaret Mead o Gregory Bateson, empezaron a emplear la computadora antropológica para encontrar más fácilmente los fósiles y restos, tanto humanos como animales, también la cámara para el posterior análisis de las imágenes, pero no siempre eran exactos los cálculos y muchas veces estas nuevas tecnologías dañaban los fósiles y restos.
Aún hoy día son empleadas en su mayoría como simple ilustración o complemento.
En la producción audiovisual la reconstrucción de esta invisibilidad es imposible, se hace imprescindible, por tanto, la implicación del sujeto estudiado.
Las sociedades representadas eran concebidas sin historia y no se les daba la voz.
Para Dziga Vertov y su Cine-Ojo (Kino-Glaz), la cámara es una extensión del propio ojo, las imágenes no son un catálogo de la realidad, sino su interpretación.
Los estudiosos del cine etnográfico señalan la obra de Robert Flaherty como el primer trabajo que se acerca a una metodología antropológica.
Es fundamental convivir con ellos para poder decir algo de ellos y para que ellos mismos hablen.
Vemos en su obra ese interés por rescatar lo auténtico, lo que aún es puro, ya por poco tiempo.
Años más tarde Jean Vigo apuesta también, en la línea de Vertov, por un cine social que abra los ojos del espectador.
Autores como Eleanor Leacock, D. A. Pennebaker o Mayles van a buscar una mayor proximidad con los filmados.
Para intentar borrar la presencia del autor se suprime el narrador, no hay voz en off.
Se busca evitar todo tipo de interpretación, eliminar cualquier dirección o influencia en la acción y captar así la realidad espontáneamente.
El denominado cine observacional da un paso más y recomienda no mover la cámara del sitio y mantener el plano abierto para así, con una motivación casi científica, captar toda la realidad posible.
Y de todos modos estos intentos siguen sin garantizar la deseada objetividad.
La propuesta del cinema vérité, con Jean Rouch a la cabeza y su Chronique d´un été – filmado en colaboración con el filósofo Edgar Morin - como manifiesto, explícita en cambio la figura del director y la presencia de la cámara.
La cuestión está ya en que no es válido un monólogo, ha de haber diálogo, pero aunque este cine muestra la relación entre observador y filmados no pone en evidencia el proceso de grabación.
El problema surge igualmente a la hora de interpretar dichas imágenes desde un contexto cultural diferente al que las alumbró.
Aquellos que anteriormente eran representados como arcaicos y pertenecientes a grupos atemporales, participan ahora de forma activa en la producción de imágenes del y sobre el mundo contemporáneo del que forman parte consciente.
En el segundo caso los requisitos y los objetivos tampoco resultan fáciles de precisar.
Esta presunta objetividad para el documental no se sostiene, pues todo encuadre implica ya una selección y una omisión.
La narración fílmica crea una linealidad propia que no se da en la realidad.
Esta aportación ha sido muy importante para aproximarse a una definición, pero los intentos por definir cómo serían ambas gramáticas no han sido satisfactorios, pues hay que tener en cuenta no sólo la retórica operante, sino también cómo se presenta el film y cuál es la disposición del espectador.
Jean Marie Schaeffer aborda la cuestión intentando definir qué es la ficción como fingimiento lúdico compartido.
La metodología más fructífera en Antropología audiovisual encamina sus reflexiones en la misma línea que para cualquier estudio etnográfico.
Grau Rebollo destaca tres aspectos que según Margaret Mead deben cuidarse con esmero: Es fundamental documentar las categorías de los nativos desde sus mismas concepciones para evitar que el trabajo sea una mera prolongación de preconcepciones.
Todas estas dificultades no deben llevar a despreciar lo audiovisual, pero como señala Grau Rebollo lo que sí nos obligan es a un mayor compromiso con nuestros mecanismos de depuración y control de posibles sesgos.