Alineado con el librepensamiento anticlerical, republicano y demócrata, se dedicó a la abogacía, la enseñanza y el periodismo, siguiendo a Emilio Castelar y amistando con el entonces socialista Miguel de Unamuno; colaboró en El Criterio Científico, La Ilustración Española y Americana, El Globo, La Saeta, El Librecambista y El Comercio Ibérico y fue redactor de Las Dominicales del Libre Pensamiento.
Dirigió la revista teatral La Escena y logró estrenar varias piezas, algunas en colaboración con su gran amigo, el entonces periodista republicano José Francos Rodríguez.
Fue un miembro destacado de la masonería española, lo que le supuso la animadversión de los ambientes conservadores y católicos.
Su asesinato hizo que el entierro se convirtiese en un acto social reivindicativo, presidido por Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcárate y otros renombrados políticos, escritores, periodistas y miembros de la Academia de Jurisprudencia, según publicó El Imparcial, en su edición del 23 de diciembre de 1886.
Por suscripción popular se erigió un mausoleo sobre su tumba, la primera a la derecha, nada más cruzar la puerta principal del cementerio civil de Madrid.