Antonio Ortiz Mayans

Jamás se olvidó de sus raíces paraguayas, siendo su vida, siendo su nación y sus costumbres las que inspiraron sus más importantes obras, ya sean del género poético, teatrales o de prosa que enriquecieron nuestro patrimonio cultural.

Exiliado en Buenos Aires, prosiguió su carrera literaria escribiendo sus mejores obras y sus composiciones eran musicalizadas por los más importantes exponentes de la música paraguaya.

Ha incursionado en varios géneros literarios, siendo su trabajo más importante el primer “Gran Diccionario Castellano – Guaraní”, llegando al público la primera edición en 1933, sin muchas ambiciones, ya que apenas contenía 66 páginas y 5.000 palabras, pero con un sostenido crecimiento en las ediciones sucesivas.

Se reeditó en 1935, 1937, 1941, 1945, en 1954, con un compendio gramatical, en 1959, 1961, 1962 y la décima edición en 1973, “obteniendo su mayor esplendor, ya que la misma contiene 12.240 voces guaraníes, 32.920 voces españolas y palabras mejores sobreañadidas”, según un comentario de Roque Vallejos.

“No Despunta aun el alba cuando inicias tú la marcha y al mercado te diriges a llevar mba`erepy, no haces caso de la lluvia ni te importa si la escarcha, solo pueden depararte el dolor de un mba`asy”, dicen los primeros versos de “Burrerita”, una de las obras más difundidas de Ortiz Mayans y cuya música la compuso el gran Félix Pérez Cardozo, Demetrio Ortiz, Luis Alberto del Paraná, Emigdio Ayala Báez, Remberto Giménez, Herminio Giménez y Florentín Giménez, entre otros, figuran “Pasionaria”, “Barrerita”, “Bajo el Cielo del Paraguay”, “Asuncena”, “Quyquyhó”, con música de Francisco Alvarenga, entre otros.