Antonio López de Vega

De forma menos constante lo protegieron varios nobles poderosos.

Como moralista y filósofo se mostró lector de Séneca y dentro del neoestoicismo en sus Paradoxas racionales, seis diálogos entre un cortesano, un filósofo y un personaje llamado Gerardo, "solitario en la Corte" que parece identificarse con él; el título remeda las Paradojas a los estoicos de Cicerón.

Fue esta su única obra que quedó manuscrita, a pesar de que tenía todas las aprobaciones y licencias para imprimirse desde hacía muchos años; quizá lo mantuvo inédito su recelo por ser obra de opinión polémica.

[2]​ En el siglo XVIII fue un escritor muy apreciado a causa de su talante clasicista y su espíritu moderadamente crítico; lo elogian Gregorio Mayáns y Juan Pablo Forner y en el siglo XIX Marcelino Menéndez Pelayo por idénticos motivos.

Ya en el siglo XX, fue un pensador crítico con la nobleza para José Antonio Maravall y un político ateo para Henri Méchoulant o pirronista, al decir de José Antonio Fernández Santamaría.