Durante su primera etapa coruñesa fue donde realizó sus más importantes y características edificaciones, basándose en el estilo modernista que en aquel momento imperaba en la ciudad, inspirándose principalmente en las creaciones que el arquitecto Julio Galán, entre otros, había comenzado a levantar en la ciudad.
Ya en este primer trabajo se advertía su tendencia hacia las líneas verticales, los arcos rebajados, los adornos florales y los círculos atravesados por tres bandas.
En el principal, estos tres huecos eran sustituidos por balcones que continuaban la estructura inferior, mientras que el segundo y tercero, aunque continúan con la división en tres huecos interna, es sustituida a la vista por galerías con nueve ventanas de guillotina.
En esta obra aparece lo que va a ser un tema clave en el estilo de Antonio López, la esbeltez en la composición de líneas verticales que acentúan la sensación ascensional, superando el alero y prolongándose en pequeños pináculos decorativos.
Posteriormente a este edificio, realizó la llamada Casa Salorio en 1912, una de los que actualmente aún persisten.
El edificio es muy sobrio, con la decoración limitada a pequeños motivos florales, por lo que es polémica su clasificación como modernista.
Para esta señora ya existía un proyecto del arquitecto Julio Galán, cuya planta era prácticamente igual al que después realizó Antonio López, variando completamente las fachadas.
Aunque dibujado a la vez que el edificio de la calle San Andrés, este varia sus conceptos ampliamente.
Adaptado en tres huecos, los mantendrá en toda su altura, rematado por un arco de medio punto y una clave.
Los elementos ornamentales aparecen trabajados con mayor libertad que en anteriores composiciones, con ciertas diferencias según se va ascendiendo por la fachada, comenzando por rostros femeninos, siguiendo con varios elementos florales y animales, rematando con una cara de mujer a medio relieve en la clave.
Se realizó en el Cantón Pequeño 6, en los solares que dejaron tres casas demolidas para levantar esta.
Los dibujos de la fachada prometían un edificio impresionante, pero fueron simplificados durante su construcción por el dueño, quizás porque el autor no pudo acabarla, al trasladarse a Pontevedra, o por imposiciones económicas derivadas del comienzo de la gran guerra.
Se repetían la composición en tres cuerpos de la fachada principal, con el balcón del piso principal como intermediario entre el bajo y los pisos superiores, superándose los aleros con montantes verticales que formaban la barandilla de la azotea; persianas exteriores, cemento armado decorado reinterpretando las galerías.
Esta es la última de sus construcciones en que imperaba el estilo modernista, cuyo fin ya se auguraba.
Esta era una edificación situada entre los Jardines de Méndez Núñez, recién construidos en aquel momento, y el mar.
Tenía dos puertas que dividían la fachada en tres partes, aunque en este caso las líneas eran marcadamente horizontales.