Antonio Correr
Tuvo al menos seis hermanos y dos hermanas, todos ellos bien establecidos en la aristocracia veneciana: los seis varones llegaron con el tiempo a desempeñarse como podestás de varias ciudades de la república.[2] Sin embargo, los tiempos no estaban para alegrías en la Iglesia Católica: veinte años antes Clemente VII había sido elegido papa en Francia mientras Urbano VI lo era en Italia, dando comienzo al llamado Cisma de Occidente, y en la fecha de la que hablamos Bonifacio IX se disputaba el trono de San Pedro con Benedicto XIII de Aviñón, mientras los países del entorno estaban divididos en su fidelidad religiosa: Francia, Castilla, Aragón, Portugal, Nápoles, Escocia, Bohemia y Hungría rendían obediencia a Aviñón, mientras Inglaterra, Irlanda, los países escandinavos, el norte de Italia y la mayor parte del Imperio Germano se inclinaban ante la corte de Roma.En mayo Gregorio XII celebró un consistorio en el que creó cuatro nuevos cardenales de su confianza, entre ellos a su sobrino Antonio, que recibió el título de San Pietro in Vincoli, que poco después cambió por el de Porto-Santa Rufina.En este contexto, Correr tuvo una participación destacada en las conversaciones diplomáticas llevadas a cabo para conciliar a los dos papas, desempeñando distintas legaciones en Marsella, Alemania, Inglaterra e Irlanda, y colaborando en el reclutamiento de mercenarios para el ejército pontificio.Se supone que ambos primos ajustaron sus desavenencias al respecto, pues en 1433 el papa reconoció la validez del concilio y dos años después concedió al cardenal la abadía de Vangadizza, en Adria, y cuando el concilio se escindió entre los que se trasladaron a Ferrara y los que eligieron a Félix V en Florencia, Correr estuvo entre los primeros; algunos autores apuntan[3] que su asistencia al concilio fue una pura formalidad.