Antonello Sanseverino

Entre 1480 y 1481 estuvo militarmente comprometido contra los turcos en el sitio de Otranto.

El Liber rationum de 1483 permite constatar la consistencia del estado de Sanseverino, formado por las siguientes localidades, ciudades y tierras: Rocca Imperiale, difesa di Tresaie, Noia, Colobraro, Garaguso, Atena, Polla, Salerno, Castellabate, Sala, Marsico, San Severino, Agropoli, difesa di San Teodoro, Cilento.

Por otro lado, la resistencia en Salerno fue fuerte, donde la actividad comercial y financiera siguió floreciendo, ya que muchos operadores, incluso extranjeros, aún participaron en la feria de 1478, apoyados sobre todo por las políticas de la monarquía.

Los barones parecían satisfechos con lo que el rey les concedía, y, para hacerlo más seguro, querían acompañarlo hasta Terra di Lavoro.

Luego continuarían hacia Salerno, para desplazar al recalcitrante Antonello Sanseverino y, como habían prometido, hacerle aceptar las condiciones.

Posteriormente el rey, contraviniendo los acuerdos, hizo encarcelar y ejecutar a los barones más compromentidos en la conspiración.

[7]​ Para no caer en manos del rey, Antonello huyó del reino disfrazado de arriero y se refugió en Francia, donde planeó su venganza, incitando al rey francés Carlos VIII a conquistar el reino de Nápoles.

En 1495, Carlos VIII dr desplazó a Italia con un gran ejército, ocupó muchas ciudades y entró en Nápoles el 12 de febrero, con Antonello Sanseverino, gran almirante del reino y su principal consejero, a su lado.

Antonello, consciente de los recientes desastres sufridos por los barones, no se dejó convencer por los avances reales y se encerró en su castillo de Teggiano, cuyas fortificaciones le ofrecían un refugio firme y casi inexpugnable.

Antonello, su principal exponente, encarnó más que nadie el tipo del barón rebelde e irreductible, capaz, mediante la acción política a escala internacional y el firme control territorial, de proponerse como la aguja en la balanza por el destino del reino.

Los cimientos para sustentar este papel, sin embargo, se derrumbaron gradualmente en la última parte del siglo XV: la restauración feudal, por la cual Sanseverino y otros señores habían apoyado inicialmente la sucesión del rey Federico, resultó ser completamente inviable, y la última rebelión del Príncipe de Salerno se convirtió en un asunto interno y aislado, pues ante el avance de las grandes potencias, el peso de la baronía del reino, tanto como garantía defensiva como clave de acceso al reino, ahora era inevitablemente reducida.