Anaxarco

Por su frescura y entereza, se le conoció como el Eudaimónico.

Le acompañó en esto su aprendiz, Pirrón de Elis, al que enseñó a mantener la indiferencia ante las circunstancias exteriores, convirtiéndose con ello en el antecedente directo de todo el pensamiento escéptico.

[2]​[3]​ Por un lado se mofó de las comparaciones que Alejandro hacía entre él mismo y los dioses, contándose en particular una ocasión en la que, al oír tronar sobre el palacio, Anaxarco preguntó a Alejandro si él podía lanzar truenos como Zeus, a lo que el macedonio rio y respondió que se abstendría de hacerlo para no asustar a los demás cortesanos.

Durante una cena con Alejandro y su séquito en Tiro en 331 a. C., Anaxarco preguntó humorísticamente por qué se les servía pescado (kephalos) y no cabezas cortadas (kephale) de tiranos, lo que ofendió a uno de los invitados, Nicocreón, tirano de Chipre, quien se volvió su enemigo personal.

Su escepticismo, no obstante, es pragmático: enfrentado a la incertidumbre de la existencia, afirma que el único fin posible en la vida es la búsqueda de la felicidad o eudaimonía, para lo cual es necesario cultivar la indiferencia a las perturbaciones o adiaforía, no habiendo precisamente mayor perturbación que el intento vano de dilucidar lo verdadero o falso a través de los sentidos.

Grabado imaginado de Anaxarco de Abdera, del libro Illustrium philosophorum et sapientum effigies ab eorum numistatibus extractae, de Girolamo Olgiati, 1580.