Al morir en 976 el califa Al-Hakam II dejó como único heredero a su hijo Hisham, todavía menor de edad, lo que planteó un grave problema sucesorio porque la ley islámica prohibía que un menor pudiera ser califa.[1] Según otra versión de los hechos no contrastada, los saqalibah que formaban la guardia eslava del palacio intentaron sustituir en el trono a Hisham por su tío Al-Mugira, pero entre los apoyos con que contaba el califa-niño se encontraban poderosos personajes de la corte, entre los que destacaban su propia madre, la concubina vascona Subh, el chambelán Yaáfar al-Mushafi y su tutor Muhammad ibn Abi Amir, los cuales hicieron fracasar la conjura al conseguir asesinar al pretendiente al trono.Pero dos años más tarde, en 983, el propio general Chafar será eliminado por orden de Almanzor.Así, la guardia eslava (los saqalibah) fue prácticamente aniquilada tras intentar derribar a Hisham del trono y sustituirlo por un príncipe omeya.Y con respecto a los reinos cristianos, el amirí afianzó su posición mediante sucesivas campañas militares contra Galicia, León, Navarra y Barcelona lo que le valió que, en 1007, el califa le otorgara el título de al-Muzáffar («El vencedor»), un año antes de su inesperada muerte.Aquel fue un periodo convulso, en el que se sucedieron varios cambios en el poder debido a los enfrentamientos entre bereberes y árabes.