Desde su juventud se dedicó a los negocios, administrando primeramente los de su padre consiguiendo con el tiempo mayor autonomía mercantil.
Adquirió un terrero donde construyó su quinta que hoy, reducida, forma el Parque Rivadavia, en el barrio porteño de Caballito.
Ese año fue diputado a la convención reformadora de la Constitución Nacional, y desde entonces hasta su fallecimiento ejerció como senador provincial.
Ocho años más tarde, vendió el ferrocarril a la Provincia de Buenos Aires, pero siguió siendo su administrador; extendió sus vías hasta Chivilcoy en 1871.
Entre sus negocios más rentables estuvo la provisión de armamentos, uniformes, tiendas y alimentos al Ejército Argentino durante la Guerra del Paraguay.