Ambrosio López

López se dedicó a los oficios heredados por sus padres, así como al comercio, mientras en épocas de turbulencia consiguió enrolarse en el Ejército, logrando relacionarse con personajes como Antonio Nariño y Francisco de Paula Santander.

[2]​ Su padre, sin embargo, falleció cuando Ambrosio tenía 12 años, y el joven se vio obligado a abandonar sus estudios en la escuela y ponerse al servicio del artesano Francisco Posada, quien lo adoptó como su aprendiz.

[2]​ En 1833, López fue encarcelado por estar involucrado con dos socios comerciales de mala reputación, según sus propias palabras,[3]​ siendo liberado dos semanas después, tras las cuales se reunió con Santander y el poeta Rufino Cuervo, quienes se convencieron de su inocencia , y le permitieron hacerse oficial de artillería.

[4]​ A mediados del siglo XIX el artesanado constituyó una categoría auto-identitaria que varios trabajadores se asignaban.

Podemos encontrar en la historiografía visiones que ubican al artesanado como una clase social o como los antecesores del movimiento proletario, por otra parte, se pueden ver opiniones que lo establecen como un movimiento de carácter plebeyo.

Respecto a la primera posición, anteriormente mencionada, que trata de encontrar cierta experiencia de clase en los artesanos del siglo XIX se puede encontrar el trabajo realizado por el historiador estadounidense David Sowel.

Thompson sobre la clase obrera inglesa y señalar como el “ser artesano implicaba no sólo una identidad colectiva que emanaba de una función productiva compartida, sino también valores sociales comunes y una posición ante otros sectores sociales”[5]​ condición que a juicio de Sowell es necesaria y suficiente para considerarla una clase.

Sin embargo desestimaron posibles consecuencias sobre el mercado interno y efectos sobre la producción nacional de manufacturas.

Las reformas propuestas por González dejaban al artesanado relegado a un papel retrogrado, en donde eran vistos como estorbos para la puesta en marcha de la “civilización” en el país.

Aprovechando la división conservadora, López Valdés obtuvo la mayoría de votos y el pueblo de Bogotá se levantó en su apoyo para evitar que los ministeriales se unieran.

López Pinzón empezó a desligarse del gobierno liberal ya que no fue tenido en cuenta para ningún cargo relevante en el gobierno, pese a que su apoyo fue vital para el triunfo de López Valdés; por lo que el artesano comenzó a mostrarse contrario con la situación política del país.

Pude leerse en las primeras líneas del texto escrito por el artesano como esta al presentar su obra se dirige tanto a los dirigentes como a sus compañeros de una forma particular, López escribe que: “Al presentar al público mis pensamientos no lo hago para que me oigan i atiendan los funcionarios del poder; porque estos ni oyen, ni ven, ni tienen corazón, ni me interesa su suerte”.

El afecto y los sentimientos de las personas entonces son vehículos que permiten cierta relación política, se puede decir que al no tener buen corazón los dirigentes no tienen prácticas políticas exaltables.

Todo lo anterior nos permite sugerir la importancia que las emociones y sentimientos tiene en la arena política para mediados del siglo XIX.

[7]​ Su madre, Rosa Pinzón -por lo que cuenta el mismo Ambrosio en su autobiografía- nació en el pequeño pueblo santandereano de Vélez y trabajaba en la fabricación de chicha y pan.

Los artesanos apoyaron a López en su elección presidencial, pero luego se le opusieron por sus medidas económicas.