Amalio Fernández

Una temprana pasión por el dibujo y el boceto hizo que a los catorce años entrara en el taller del pintor valenciano Antonio Bravo y fue discípulo de los famosos decoradores italianos Basato y Bonardi.

Fue, además, un infatigable investigador de nuevos efectos e iluminaciones siempre muy aplaudidos: hubo un tiempo en que solo Luis Muriel y López y los artistas afincados en Barcelona (Mauricio Vilomara, Miguel Moragas Ricart y Ramón Martí Alsina) pudieron hacer sombra a su pincel.

A su regreso su tendencia realista se vio postergada por corrientes más innovadoras y su taller quedó destruido por un incendio, lo que le dejó muy afectado.

Pero lo llamaron luego a Hollywood y allí le sorprendió la muerte en 1928.

[1]​ Llegó a realizar unos dos mil trabajos; lo que se conserva de su labor puede contemplarse en el Museo Nacional del Teatro de Almagro.

Fotografiado por Compañy (c. 1905)