Alicia Zubasnabar de De la Cuadra

Allí se casó y tuvo cinco hijos con su esposo Roberto Luis de la Cuadra, obrero metalúrgico.

Monseñor Emilio Graselli, secretario privado del vicario castrense, monseñor Adolfo Tortolo, quien poseía un registro de gran cantidad de desaparecidos y sobre todo estaba relacionado con la suerte de los bebés nacidos en cautiverio, le informó que su hijo había muerto y que su hija se encontraba detenida.

Poco después ―gracias a tratativas realizadas no por la Iglesia católica en Argentina sino por la orden jesuita en Italia― intervino monseñor Mario Pichi, quien se entrevistó con el coronel Enrique Rospide para pedirle si podía entregar la bebé a su abuela.

[5]​ En ese momento la situación de indefensión e impotencia de los familiares de las personas desaparecidas era extrema, ya que ninguna democracia del mundo, ni la Iglesia católica, o las organizaciones internacionales humanitarias, estaba dispuesta a condenar las atrocidades cometidas por el régimen militar y, por el contrario, en algunos casos cooperaban con la represión ilegal.

La propuesta surgió de Azucena Villaflor, luego desaparecida y asesinada por la dictadura:

Para llamar la atención las mujeres decidieron cubrirse el cabello con un pañal de tela blanco.

Mariani había sido impulsada a agruparse con otras abuelas por Lidia Pegenaute, una abogada que se desempeñaba como asesora de menores en los tribunales de La Plata, donde aquella intentaba infructuosamente encontrar alguna solución para su caso.