Sus obras se enmarcan en el movimiento de arte abstracto no figurativo y se entroncan con los trabajos de Etienne Martin, François Stahly, Karl-Jean Longuet, Étienne Hajdu, Simone Boisecq y Marta Colvin que protagonizaron la renovación del lenguaje escultórico a partir de 1950.
También vivió por períodos en Pietrasanta, Italia, donde se fundieron varias de sus esculturas en bronce.
Allí Penalba estudió con el escultor Honorio García Condoy, y en 1950, mientras realizaba estudios con Ossip Zadkine en la Académie de la Grande Chaumière, Penalba tomó la decisión de dedicarse por completo a la escultura.
Ella comienza a producir esculturas como tótems, composiciones abstractas, y composiciones verticales que llama con nombres de animales, elementos del mundo vegetal y fuerzas naturales.
Luego experimenta con obras monumentales, y más abiertas que pueden ser penetradas por la luz desde todas direcciones.