Tuvo una gran repercusión en la opinión pública italiana ya que se retransmitieron en directo las 18 últimas horas del caso.
A los 10 minutos acuden, además de algunos vecinos y empiezan una batida para encontrarlo.
Posteriormente hicieron una estimación de la profundidad a la que se encontraba el niño, 36 metros, la caída había sido parada por una curva del pozo.
Tras esto entró un segundo espeleólogo, Maurizio Monteleone, que tampoco alcanzó la tabla por poco.
Mientras esto sucedía los bomberos habían comenzado a insuflar oxígeno en el pozo para evitar que el niño muriera asfixiado.
Una geóloga allí presente indicó que las características del suelo de esa zona (granitos) harían muy lentas las perforaciones.
Al poco tiempo en torno al pozo se congregaron unas 10 000 personas y empezó a producirse una situación caótica ya que la zona no estaba precintada e incuso la gente se podía acercar a mirar por el pozo.
También se introdujo en el pozo una vía con agua y azúcar para intentar hidratar a Alfredino.
Mientras esto sucedía los bomberos seguían hablando con el niño que había empezado a llorar y aquejar el cansancio.
Tullio Bernabei entró y calculó que estaba unos 30 metros por debajo del punto esperado.
Cuando llegó hasta el niño intentó ponerle un arnés para sacarlo, pero este se soltó tres veces, así que intentó sacarlo tirando de los brazos, desgraciadamente le rompió la muñeca izquierda y el niño se resbaló todavía más profundo.
Tras la tentativa de Licheri mucha gente se ofreció voluntaria desde enanos, a expertos en pozos, y un contorsionista.
El ataúd fue transportado por los mismos voluntarios que intentaron sacarlo, entre otros Angelo Licheri y Donato Caruso.