Estudió en el Colegio de la Inmaculada y se inició en la música estudiando el violín con Sante Lo Priore y Nello Cecchi y piano con Federico Gerdes en la Academia Alcedo (que se transformó posteriormente en el Conservatorio Nacional de Música del Perú).
Su difícil vida cotidiana en Europa viene consignada en una abundante correspondencia dirigida desde Madrid, París y Berlín, a su gran amigo Carlos Raygada.
En agosto de 1995, en una conversación sobre los músicos peruanos hecha en la sede del APDAYC en Lima, César Miró declara: Muy joven emigra a Francia y se establece en Paris durante la década de los 20.
Se le recuerda a De Silva por su cultura y su originalidad lúcida, muy inteligente.
Cuando estuvo en Lima (1925), fue a ver a su “tía” que moría, y al verlo le contó que no era su tía, sino su madre, y su padre era el Sr. Santa Gadea.
Luego del entierro fue a verlo, pero este Vocal y jurista negó conocerlo.
Iban juntos de café-bar a otro, de Silva pedía “un Cinzano” y Miró “un Café”, para contrariarlo; pero al sexto café-bar, Miró pedía también “un Cinzano” y los dos no regresaban a dormir.
Alina, contenida, atendió a Miró, sorprendido por la partida de su amigo.
Al alejarse el tren, Alina recién comenzó a llorar sobre los hombros de Miró y le dijo que ella sabía que Alfonso nunca más volvería.
César Vallejo le escribiría Alfonso: estás mirándome, lo veo...: desde el plano implacable donde moran lineales los siempres, lineales los jamases (Esa noche, dormiste, entre tu sueño y mi sueño, en la rue de Ribouté) Palpablemente, tu inolvidable cholo te oye andar en París, te siente en el teléfono callar y toca en el alambre a tu último acto tomar peso, brindar por la profundidad, por mí, por ti.
Yo todavía compro "du vin, dulait, comptant les sous" bajo mi abrigo, para que me vea mi alma, bajo mi abrigo aquél, querido Alfonso, y bajo el rayo simple de la sien compuesta; yo todavia sufro, y tú, ya no, jamás, hermano !
Hoy es más diferente todavía; hoy sufro dulce, amargamente, bebo tu sangre en cuanto a Cristo el duro, como tu hueso en cuanto a Cristo el suave, porque te quiero, dos a dos, Alfonso, Dentro de sus obras, que abarcan la música para piano, los lieder, la música de cámara y sinfónica, cabe mencionar sus 17 canciones para canto y piano; "Poemas Ingenuos" para piano y la suite sinfónica "Instantes".