Los alfileres desde la Edad Media sirvieron para fijar diversos elementos al cabello, como velos o tocas.
Sin embargo, para mediados del siglo XIX su masificación fue posible gracias a la invención de una máquina capaz de producir alfileres en serie, patentada en 1841 por el norteamericano John Ireland Howe.
[2] A su vez, el uso de los alfileres adquirió relevancia en la segunda mitad del siglo XIX, a medida que iba quedando atrás la moda de la capota, y otros sombreros que se sujetaban con cintas anudadas al cuello o la nuca.
Estaban formados por la punta metálica, generalmente de acero, plata o bronce; y la cabeza, la parte principal, cuyos materiales más recurrentes eran la porcelana, vidrio, marfil, carey (procedente del caparazón de la tortuga marina), nácar, esmalte alveolado, gema y azabache.
Para esta época el uso de sombreros era masivo, al igual que se su producción industrializada.