Alameda de la Sagra

Los primeros vestigios históricos descubiertos en Alameda de la Sagra se remontan a distintos periodos Prehistóricos.

Dichos vestigios de distintos periodos aparecieron en varios parajes del término municipal.

El genérico La Sagra, por estar enclavado en la comarca de este nombre, que significa campo cultivado.

En documentos fechados entre los años 1151 a 1168, aparece ya el nombre de esta alquería.

En el 1530 se comenzaron a construir casas de mampostería, abandonándose las antiguas chozas.

Los pobladores fueron estableciendo las casas inicialmente en el margen izquierdo del arroyo que atraviesa el lugar, pero posteriormente lo fueron haciendo en la margen derecha al considerar que era un lugar más saludable.

Para ello, al Corregidor se le hizo entrega junto con dicho mandamiento, de una relación por capítulos, que contenía la información que debería recabarse, para posteriormente enviarlo firmado y sellado al rey.

Al alcalde le correspondía conocer las causas civiles en primera instancia, y ejecutarlas.

En esta época, los vecinos de Alameda se desplazaban a recoger agua para beber al río Tajo, ya que en la población no se disponía de fuentes ni acuíferos y el agua existente era salobre.

En el poco término municipal existente se recoge principalmente trigo, cebada, vino y aceite.

Parte de la tierra no se labra, que es la dedicada a la extracción del yeso.

A partir de 1545 las casas dejan de estar cubiertas con paja, y pasan a estar cubiertas con tejas, construyendo las tapias con tierra mezclada con piedra y yeso, materiales que había en el pueblo.

Los agricultores eran unos treinta, y no tenían grandes posesiones ya que el término municipal era muy escaso.

La iglesia actual se terminó de construir en esta época, concretamente en el año 1574.

El origen de la fiesta de San Sebastián fue una peste que hubo en el pueblo muchos años atrás, lo que impulsó a guardar votos a San Sebastián.

El alcalde ordinario nombra a otro de la Santa Hermandad, para la guarda del campo.

Las enfermedades más corrientes son las fiebres terciarias, que se remedian con sangrías, quina y agua de limón.

La que beben la adquieren a los trajineros procedentes de los pueblos inmediatos: Cobeja, Yuncler, Pantoja y Villaluenga.

Es una encomienda conocida por esos dos nombres, cuyo significado es “alijar, alisar, o pulir piedras”.

A mediados del siglo XVIII viven en ella 30 vecinos, con hacienda propia, aunque su mayor parte pertenecía al Marqués de Estepa.

Miden por fanegas de quinientos estadales el secano y las olivas, por aranzadas los viñedos.

En cada fanega se plantan cincuenta pies de oliva y en la aranzada caben unas cuatrocientas cepas.

Se cría también avena, habas, garbanzos, algarrobas, lentejas o titos y alcarceñas.

Ganadería: Las ovejas, propiedad del vecindario, suman mil ciento ochenta y seis cabezas.

Se suelen cocer al año unos cuarenta y tres mil doscientos sesenta cahíces de yeso.

Había una en la localidad, ubicada en la actual calle denominada Tahona Vieja, pero no era un negocio muy próspero, por una parte debido a que las casas labradoras tienen horno propio y en él cuecen el pan que consumen, y por otra parte, por la competencia que les hacían los dinámicos panaderos de Mocejón y Bargas.

La industria del aceite mantiene tres almazaras y una caldera para hacer jabón.

La única que funcionaba en el pueblo se encontraba situada en la actual Calle Tenería.

Además los derechos de alcabala, fiel medidor, peso, almotacenazgo, correduría, saca y mojón.

A mediados del siglo XIX, el lugar tenía contabilizada una población de 1027 habitantes.

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción