En esa actividad cosechó victorias espectaculares destacándose por su ciencia táctica y por la habilidad en las acrobacias aéreas.
Abandonó una hipotética carrera de ingeniero y se dedicó a los negocios sin mayor éxito.
Siguió con esta vuelta al mundo durante 6 años más en los cuales visitó las islas del Pacífico y en particular la Polinesia Francesa, la zona que más apreciaba y que se transformó en uno de sus grandes amores.
En cada una de sus escalas, se preocupaba por revivir las tradiciones locales, los cantos, los juegos y bailes prohibidos por la Administración.
Se esforzaba por recuperar los entretenimientos de los pobladores promoviendo el fútbol como respuesta al alcoholismo.