Este elemento es uno de los factores en los que se basa el ritmo en la poesía, tanto en castellano como en otros idiomas en los que el acento prosódico es significativo; otras poéticas (por ejemplo, las clásicas griega y latina) basan el ritmo en la cantidad, al ser la diferencia entre sílabas breves y largas más importante que la acentual.
En estos versos alejandrinos que siguen, de Sonatina (poema de Rubén Darío), podemos ver el uso del acento con finalidad rítmica en las sílabas tercera, sexta, décima y decimotercera, como corresponde, en concreto al verso alejandrino anapéstico o dactílico.
El acento rítmico indispensable es el llamado acento final, que recae en castellano sobre la penúltima sílaba métrica del verso; para entender esto hay que tener en cuenta que en la versificación castellana si la palabra es esdrújula sólo cuentan como una las dos últimas sílabas y si es aguda se contabiliza una sílaba más; este es el motivo por el que este acento siempre recae en la penúltima sílaba a efectos métricos.
En otras poéticas, como por ejemplo en la del valenciano, la última sílaba métrica es la acentuada, no contándose ninguna por detrás de esta, con lo que un verso endecasílabo en castellano equivale a uno decasílabo en valenciano.
Veamos un ejemplo: Vemos que el acento final recae en cansadas, arrastrando, imitadas, cantando y pesadas; se trata por tanto de versos llanos o paroxítonos ya que son versos octosílabos.
Veamos un ejemplo: En el tercer verso la palabra luz es portadora de un acento antiestrófico, ya que el acento final recae en mía, palabra que soporta la rima.
Veamos un ejemplo: Siguiendo una preceptiva estricta, propia del Neoclasicismo en el que se inscribe, Arriaza usa un endecasílabo muy estricto, pues no sólo toma el subtipo enfático del tipo a maiori, sino que va más allá, ya que este tipo de verso se acentúa en la cuarta, sexta y décima sílabas y él le añade un acento en la primera.
Es muy frecuente en el caso de las canciones, en las que la acentuación acompaña a la rima.
Veamos un ejemplo clásico: En este cuidado soneto apreciamos acentuación en todas las sílabas pares (2, 4, 6, 8 y 10), lo que da acentuación simétrica ya que sólo se deja una sílaba átona entre acento y acento.
Nótese que para mantener esta acentuación Garcilaso echa mano de acentos secundarios (víd.