Por consiguiente, se hizo una petición a las compañías automotores británicas Nuffield Mechanizations y British Leyland para que diseñaran y construyeran un tanque que pudiese alcanzar superioridad de batalla sobre los tanques alemanes de entonces.
El Mk VIII Cromwell sucedió a los diseños iniciales, usando también un motor Rolls-Royce.
El tanque era muy propenso a que se le rompieran las orugas si la tensión no era mantenida correctamente, o si se giraba a alta velocidad o de manera muy pronunciada.
También hubo problemas con la suspensión, debido en parte a la alta velocidad que permitía el tanque.
Aparte de implementar un nuevo cañón, en el Comet se aumentó el blindaje, la munición era guardada en contenedores blindados, la suspensión fue reforzada y la torreta se giraba mediante un motor eléctrico alimentado por un generador activado por el motor principal.
La 11.ª División Blindada británica fue la primera en recibir los Comets, y fue la única totalmente equipada con ellos para el final de la guerra.
El tanque se mantuvo en servicio con las fuerzas armadas británicas hasta 1958, y el excedente fue vendido a otras naciones.