En tanto, el gobierno de los Estados Unidos declaró a los japoneses residentes en territorio estadounidense como «extranjeros enemigos en territorio estadounidense»; y se dictaminó la Orden Ejecutiva 9066; por tanto gradualmente fueron internando a unos 112 000 japoneses residentes en campos de internamiento suspendiéndoseles sus derechos civiles; de este total, unos 75 000 eran nisei-estadounidenses, es decir, japoneses nacidos en territorio estadounidense.
Adicionalmente, los que tuvieran origen japonés eran expulsados del ejército e internados.
Originalmente se formó el 100.º Batallón Provisional Hawaiano con 1432 soldados de ascendencia japonesa, pero en vez de ser entrenados en territorio insular, se les trasladó a territorio continental, a Camp Shelby en Misisipi y Fort McCoy, Wisconsin, donde pudieran ser evaluada su capacidad de combate y lealtad a los Estados Unidos.
Una de las condiciones que impuso el Alto Mando estadounidense es que estos soldados no se enfrentarían con soldados del Imperio del Japón; a diferencia de otros casos similares como los italo-estadounidenses, los franco-estadounidenses que sí se les permitió combatir contra sus países de origen.
Los nipo-estadounidenses se destacaron combatiendo con extraordinario coraje y arrojo a los alemanes.
Hubo que traer a nuevos complementos desde Camp Shelby para recomponer el aguerrido y aniquilado regimiento.
El general Mark Wayne Clark deseando entrar triunfalmente a Roma con tropas americanas, retuvo al 442.º Regimiento de Infantería a 11 km de la capital italiana no pudiendo participar en el desfile por la liberación, hecho que causó mucha controversia ya que tenían méritos más que sobrados para estar presentes.
Al mes siguiente, el 442.º Regimiento de Infantería regresó a Italia para ayudar al Quinto Ejército a romper la Línea Gótica del Ejército alemán que bloqueó el avance aliado durante seis meses.